


Cuatro jóvenes universitarios se disponen a conocer la belleza de Sumpango Sacatepéquez
El 1 de noviembre de 2016 para mí fue muy significante ya que realice una actividad con mis amigos de la universidad. Está actividad nunca la había realizado en mi vida, por lo que para mí fue muy emocionante y la realice con mucha pasión. Como tarea de la universidad me correspondía ir a Sumpango a ver los barriletes, ya que dicho municipio es muy reconocido por la belleza de los cometas que se suelen volar en el día de todos los santos. En Sumpango no podemos dejar de conocer el cementerio, ya que todas las personas adornan a sus fallecidos de una manera muy especial.
Como primer punto me levante a las 6:15 A.M para estar listo, ya que había citado a mis amigos, Juan, Marcela y Andrea, que debían de estar en mi casa a más tardar a las siete de la mañana, ya que yo quería estar temprano en el lugar y deseaba parquear mi carro en un lugar seguro. Marisol, otra amiga de la universidad iba a llegar a
Sumpango con su hermano y su novio. La primera en llegar fue Marcela, luego llego Juan
y por último llego Andrea, debo de decir que todos fueron muy puntuales. Cuando salimos
de mi casa les pregunte a todos si ya habían desayunado y me respondieron que no,
yo les ofrecí a pasar desayunando a Mc Donald’s de San Lucas. Al escuchar donde
íbamos a desayunar todos se pusieron muy contentos.
Juan dijo: “Ala que rico un desayuno de Mac"
Cuando íbamos por la Roosvelt, exactamente a la altura del hotel Tikal Futura iba un Jetta
, de color azul, corriendo. Desde que lo vi, supe que lo tenía que dejar pasar porque el
que lo iba manejando era un gran imprudente. En uno de sus intentos de pasar a un carro
el Jetta choco a otro carro. Muy irresponsablemente el conductor que tuvo la culpa se fue.
Eso no nos importo y seguimos nuestro camino cantando y hablando sobre temas que
llamaban nuestra atención.
Llegamos muy rápido a San Lucas. Cuando llegamos al restaurante en donde degustaríamos nuestros alimentos nos encontramos con una gran cola de carros que estaban ordenando en el auto servicio. Juan dijo que mejor nos bajáramos del vehículo y comiéramos dentro del restaurante. Marcela dio la sugerencia que mejor comiéramos en ruta ya que había mucha gente y seguramente no íbamos a encontrar mesa disponible. Mientras pedíamos nuestros alimentos mi colega Juan se bajo del carro a fumar un cigarrillo. Andrea me dio la sugerencia de bajar los vidrios para que no perdiéramos comunicación con nuestro compañero.
Al cabo de unos minutos llegamos a la ventanilla en donde se realizan los pedidos. Cada uno pidió lo que quería y cada uno prosiguió a pagar sus respectivas cuentas. Andrea como iba de copilota le tocaba llevar las distintas bolsas de comida. En mi caso que era el conductor ella me iba pasando lo que yo le iba pidiendo.
Luego de haber tenido una breve pausa en nuestra ruta, seguimos a nuestro destino que era Sumpango. Debo de decir que yo me sentía muy confiado ya que en cierta ocasión una mamá de una ex enamorada me comento que en Santa María Xenacoj también adornaban los campos de futbol con barriletes muy grandes. Marcela, Juan y Andrea no sabía a donde los estaba llevando. El primer barrilete que vi de dicho municipio me quedo a mano derecha así que rápidamente les indique a donde teníamos que llegar.
Cuando vi el rotulo de Santa María Xenacoj puse mi pide vías derecho para que los demás carros supieran que estaba próximo a cruzar. El camino que me llevaría a ver los barriletes del anteriormente mencionado municipio era muy largo, pero cabe resaltar que estaba en optimas condiciones. Al llegar a la cabecera del municipio nos encontramos a unos policías. Al verlos en seguida baje mi ventana y les pregunte ¿Buenos días señor agente. Sería usted tan amable de indicarme donde puedo encontrar los barriletes? Uno de ellos me respondió: “Aquí no es joven, usted tiene que volver a salir a la carretera y seguir como un kilómetro y ahí va encontrar la entrada de Sumpango Sacatepéquez”. Andrea me dijo: “Hay wicho no que si sabía pues”. En eso entro la llamada de Marisol diciéndonos que ya estaban saliendo de la ciudad. Andrea le dio la sugerencia a Marisol que nos llamara cuando ya estaban en Sumpango para quedar de juntarnos en algún lugar específico.
Al terminar de hablar con los agentes policiales di la vuelta y me dirigí a la salida del Santa María Xenacoj para incorporarme nuevamente a la carretera Interamericana la cual me llevaría a mi destino. Al haber tomado dicha carretera nuevamente me basto 2 minutos para encontrarme con una gran cola de carros que también viajaban con el mismo propósito de mi persona y de mis amigos.
Al terminar de hacer la cola ingresamos a Sumpango. En el lugar se encontraba un agente de la policía de tránsito del lugar, el cual estaba dirigiendo el tráfico, e incluso estaba dirigiendo a los automotores a encontrar un parqueo. Como piloto precavido le pregunte al agente de tránsito que donde podía encontrar un parqueo seguro en donde pudiera dejar mi carro. El me respondió que siguiera recta y al llegar al tope girara a mano izquierda y luego debía de subir una cuesta y al terminar la pendiente encontraría el parqueo el cual estaba como a unos doscientos metros.
Al encontrar el parqueo le pregunte al señor que cuanto me costaba el parqueo, el señor muy amablemente me respondió que eran Q30.00. Al escuchar la cantidad proseguí a sacar mi billetera y saque un billete de Q20.00 y uno de Q10.00. Al ingresar al parqueo había un joven que estaba indicándole a los carros donde se tenían que estacionar. El muchacho de aproximadamente diez y siete años me indico que me debía de parquear en la plaza una escuela que se encontraba en el mismo terreno.
Para llegar a esa plaza debíamos de subir una pequeña cuesta de grama. Yo y mis compañeros íbamos a tras de un carro que también se destinaba a parquearse en el mismo lugar. Lo primero que pensé fue “Si al carro de adelante se le antoja parar y yo paro a media subida el carro me va a patinar por lo resbaloso de la grama”. Mi pensamiento estuvo en lo correcto, el carro de adelante paro y cuando yo quiso acelerar nuevamente para subir, el carro empezó a patinar. Mis amigos se empezaron a asustar y Andrea empezó a decir “¡Hoy si nos quedamos! ¿Qué vamos hacer?”. Yo les dije a mis amigos que tenían que guardar la calma porque yo sabía que íbamos a subir. Una de las estrategias que utilice fue retroceder un poco esperanzado en que las llantas delanteras agarraran un poco de piedra o suelo compacto que no fuera grama. Al haber retrocedido y haber puesto nuevamente el carro en primera y sentir que las llantas tenían mas agarre empecé a mover el timón de lado a lado, lo cual me ayudo a que el carro subiera.
Juan me pregunto: “¿Como sabías que tenías que hacer eso para que el carro subiera?” Yo le dije que cuando hacia x- turing, meterme en caminos de lodo con motos”, esa es la técnica que todos utilizan para sacar vehículos o motos que se encuentran trabados en el lodo o en la circunstancias que fuera. Marcela al escuchar eso me dijo “¡Quien te ve! te las podes wichito”. Yo proseguí a reírme.
Al salir del parqueo le preguntamos al señor que camino debíamos tomar para poder llegar al cementerio y al campo en donde encontraríamos los famosos barriletes de Sumpango. El señor del parqueo nos menciono que estaban como a tres kilómetros. Yo les dije a mis compañeros que camináramos pero Juan insistió que buscáramos un transporte en el cual nos pudiéramos ir.
Justamente enfrente de nosotros estaba estacionado un microbús pequeño el cual cobraba Q5.00 por persona. Todos estuvimos de acuerdo en pagarle a Melvin, señor que nos llevaría al cementerio. En el microbús íbamos muy contentos, le hacíamos distintas preguntas sobre como eran los barriletes y no dejamos de preguntarle si el tenía algún conocido o familiar que haya participado en la elaboración de algún cometa. Melvin respondió: “Mi sobrino trabajo en uno que tiene forma como de un águila”. Los cuatro nos quedamos sorprendidos y yo Marcela le pregunto que cuanto tiempo lo hizo y si es una inversión muy grande. El conductor del microbús rápidamente contesto que su sobrino se había llevado seis meses haciéndolo y aproximadamente le había costado Q60 mil. Los cuatro quedamos muy sorprendidos por la cantidad de dinero que invierten en un barrilete y en la dedicación que tienen en elaborarlo, ya que debemos de tener presente que cada papel debe de ser cortado y colocado según el diseño que hayan elegido para la celebración del día de los muertos.
Mientras Melvin nos iba a dejar al lugar más cercano al cementerio me percate que su pequeño automotor le estaba fallando, ya que a cada rato se le apagaba. Yo estaba un poco preocupado porque en Sumpango hay muchas subidas y bajadas prolongadas y si se le apagaba a media bajada se le podían ir los frenos y eso podría provocar un accidente. Juan, Marcela y Andrea no se percataron, ellos iban contentos cantando y tomando fotos con el famoso “palo de selfie”.
Al llegar al lugar más cercano en que Melvin nos podía dejar emprendimos nuestra caminata hacia el cementerio y hacia el campo de futbol en donde encontraríamos unos bellísimos barriletes. Rápidamente los cuatro nos dimos cuenta que era una pendiente de piedra la que teníamos que subir. A ambos lados de la calle podíamos encontrar ventas de cualquier cosa. Mientras iba caminando me di cuenta de que había una señora que estaba vendiendo tortillas de maíz negro pensé en comprar y llevarle a mi hermana que tanto le gustan, pero pensé en comprarlas a la salida porque no quería estar cargando nada mientras durara nuestra visita al lugar.
Durante la caminata recuerdo que Juan me dijo: “Vos Novales, no sabía que habías traído wachimanes, disimuladamente mira para atrás”. Al cabo de unos segundos me di la vuelta y llevábamos a 4 policías atrás. No pude contener la risa y solté la carcajada. Seguíamos caminando y observábamos variedad de puestos de comercio. Marcela y Andrea paraban a cada instante ya que los trajes típicos les enloquecía. Mientras ellas miraban sus trajes típicos con Juan mirábamos como cocinaban un cerdo, el cerdo estaba entero y ambos llegamos a la conclusión que no podríamos comer carne de cerdo viendo al animal expuesto a todo público.
Posteriormente ha haber caminado lentamente como por cuarenta y cinco minutos llegamos al cementerio. Juan no quería entrar ya que nos comento que cada vez que tiene una pesadilla es con un cementerio, por solidaridad a nuestro amigo estuvimos poco tiempo. Tomamos algunas fotografías y nos deteníamos por unos segundos para ver como las personas le adornaban la tumba al difunto. Lo que nosotros no sabíamos es que Marisol ya estaba entrando a Sumpango. La señal de los celulares estaba muy baja, sospecho que fue por la cantidad de aparatos que se encontraban en el lugar. Marisol, Christian y Laura trataban de llamarnos pero la llamada no salía.
Salimos del cementerio y emprendimos nuevamente nuestra caminata rumbo al estadio. Mientras andábamos a mí y a Andrea se nos antojo una michelada y por pura coincidencia había un puesto en donde podíamos comprar una. Juan y Marcela al darse cuenta que estábamos comprando una micheladas se les antojo y ellos también compraron una. El sol estaba un poco fuerte, así que esa bebida nos callo de perlas.
Al cabo treinta y cinco minutos de haber salido del cementerio llegamos a campo de futbol. Recuerdo que había un señor perifoneando sobre como se estaban dando las cosas en el evento. Cuando entramos al campo lo primero que dijo el narrador es que las personas tenían que tener cuidado ya que habían personas que se encontraban asaltando. Ya que Juan es algo asustadizo me manifestó su preocupación y mientras dialogamos llegamos a la conclusión que los dos tenemos la costumbre de siempre tocarnos la bolsa de atrás para revisar si va la billetera y las dos de adelante asegurándonos que el celular se encuentre en una y en la otra encontremos las llaves del carro o que llevemos una segunda billetera en donde llevemos tarjetas o dinero extra.
La verdad es que yo no le puse mayor importancia a eso y actué como que si el asunto no era conmigo. Era notorio ver la cantidad de gente que asiste al evento. Mientras caminábamos mirábamos lo grandes que eran los barriletes. Andrea y Marcela tenían la misma curiosidad y nos preguntaron: “¡Mucha! ¿Será que los barriletes grandes los vuelan?” Yo les conteste que no porque son demasiado grandes y si los vuelan y se caen seguro se rompen.
Cuando caminábamos para ver los cometas más grandes los cuatro nos íbamos encontrando gente conocida así que nos deteníamos por un momento. Los cuatro hicimos un pacto en ese momento el cual consistía en que los cuatro debíamos de permanecer siempre juntos por la cantidad de personas que habían en el lugar, aparte la señal del celular no era bueno, por lo que resultaría muy difícil comunicarnos.
Debo de decir que en los barriletes estuvimos como tres horas ya que llegamos a la conclusión que ya habíamos visto todo lo que teníamos que ver, así que los cuatro decidimos regresarnos al carro. Desde un principio habíamos acordado en ir almorzar al Rincón Suizo en Tecpan, Chimaltenango. Yo en mi mente solo deseaba que Andrea y Marcela no se detuvieran en algún comercio porque sabía que sacarlas de ahí me iba a costar muchísimo, y con lo desesperado que soy me iba a enojar algo rápido. Cuando salimos del campo de futbol, Marisol seguía sin aparecer. Sin embargo le mandamos un mensaje de texto que iríamos almorzar a Tecpan. Le preguntamos si se quería venir pero ella respondió que se iba a quedar porque nos manifestó que todavía no había llegado al campo.
Cerca del cementerio Marcela le dice a Andrea: “Andre mira que lindo ese huipil”. En mi mente lo primero que paso fue “para que lo vio”. Pero bueno también pensé que uno no debe de ser egoísta y que ellas son mujeres y que hay que comprenderlas. Al final Marcela se paro comprando un huipil que le había gustado, estaba feliz. Mientras caminábamos colina abajo teníamos que ir viendo para abajo y dando pasos pequeños debido a la cantidad de personas que se encontraban en el lugar.
Luego de haber caminado y de haber sido paciente con las dos compañeras llegamos al punto en donde tomaríamos un transporte que nos llevaría a donde estaba el carro. No nos demoramos mucho en encontrar uno que nos llevara. Nos subimos los cuatro pero mientras nos llevaba al carro el conductor iba subiendo más gente, lo cual a mí y a los demás nos callo re mal. El conductor subió a un grupo de 6 personas entre niños y mujeres, todos eran de Zacapa. Juan, que es tan introvertido vio la oportunidad de molestarme con ellas. Yo solo me reía y ellas se ponían más nerviosas y en más de alguna broma le seguían la corriente. Para llegar al parqueo debíamos de subir una subida algo larga. En mi mente me decía “A este microbús le va a costar la subida”, pero al fin y al cabo la subió sin ningún problema.
Habiendo llegado al carro, lo prendí rápidamente y puse el aire acondicionado a su máxima potencia. Los cuatro veníamos muy acalorados debido al calor humano que se sentía en el transporte. Cuando salimos del estacionamiento yo no sabía como salir del municipio así que le pregunte a un policía de tránsito que se encontraba dirigiendo el tráfico afuera del parqueo. El me indico que girara a la derecha y que siguiera un camino recto de terracería, por donde se estaba illendo todos los carros, el cual me llevaría a la carretera Interamericana. Marcela me preguntaba con frecuencia si sabía donde quedaba el restaurante al cual nos dirigíamos, yo le respondí “tu tranquila Marcela que si se donde es y cuando me voy a Ati tengo que pasar por ahí”. Ese comentario la dejo más tranquila.
Cuando salimos de Sumpango yo iba pensando en el tráfico que íbamos a encontrar en la pasada de Chimaltenango y del Tejar, pero gracias a Dios no encontramos tráfico. Marcela nos comentaba a todos que ella de pequeña solía ir mucho a ese lugar ya que sus primos tenían una finca de hortalizas. Ella recuerda que disfrutaba mucho el ir ahí y gozar de la naturaleza con su familia.
En el camino Marcela se iba quejando un poco del dolor de cabeza y nos pregunto a todos si de casualidad teníamos pastillas para la migraña, pero todos le respondíamos que no teníamos. Juan le recomendó que su durmiera que eso la iba ayudar. Mi distinguido colega Juan me iba diciendo “que bien manejas Novales, inspiras confianza”, yo por supuesto me sentía muy alagado con sus palabras. En seguida le pregunte si el también estaba cansado y me dijo “si men estoy un poco agotado pero fresh que el cuerpo aguanta para más” Yo me reí y le dije que se durmiera, pero no se durmió las que si se durmieron fueron las dos mujeres. Debo de decir que las dos iban profundas, pero más Andrea. Marcela se levantaba con frecuencia para preguntar cuando faltaba para llegar al Rincón Suizo.
Antes de llegar a Katok y a la Hacienda Real hay una finca del señor Fernando Jarquín, más conocido como el Chino Jarquín. El tiene una finca de ganado lechero y una antes del Rincón Suizo de caballos peruanos en donde tiene más de 100 caballos, solo en esa finca. En Perú también tiene más caballos, al final tiene un aproximado de cómo 500 caballos. Cuando íbamos pasando en frente de la finca le comente a mi amigo Cuesta que esa era una de las fincas de ganado lechero de Jarquín, le conté que tiene dos más parecidas o mejores en Cobán. Juan me dijo “fíjate vos que ya había escuchado algo de él”. Yo le comente: “¿Viste la casa de finca que tiene tu ex presidente y tu ex vicepresidenta? Pues por el estilo de las casas de sus fincas yo creo que el se las regalo…” Juan me dijo y como sabes que fue él, yo le comente que es una suposición mía y como conozco una de las fincas de él, las casas y el estilo son muy iguales.
Al cabo de aproximadamente una hora de camino ya nos encontrábamos en el lugar en donde tomaríamos nuestros apreciados alimentos, el restaurante “El Rincón Suizo”. Cuando estacione el carro con Juan tuvimos que despertar a Marcela y Andrea ya que venían dormidas. Lo primero que dijo Juan al bajarse del carro fue “Mucha necesito un baño para lavarme las manos, las siento muy sucias”. Le indique donde estaban los baños y cada uno de nosotros entro a los sanitarios.
Cuando yo salí del baño me puse a platicar con un pintor que estaba en la entrada del restaurante. Le dije que sus cuadros estaban muy bonitos, debo de decir que trato de venderme uno pero no llevaba suficiente dinero para poderle comprar uno de sus artes.
Luego de haber estado charlando con el pintor unos momentos proseguimos a entrar al restaurante. Ya adentro un mesero muy amable nos ubico en una mesa. Yo les dije a mis compañeros que tenían que probar los jugos naturales que ellos hacen ahí, que son de mango y de mora. Mientras les decía eso ya teníamos a un mesero atendiéndonos, yo le dije que a mi me trajera un jugo de mora, Marcela le pidió uno de mora, Andrea uno de mango y Juan fue el único que pidió una Coca Cola.
Llegamos a la conclusión que todos íbamos a compartir, Andrea quería puyaso al igual que Juan, en cambio Marcela y yo queríamos Lomito. Al escuchar que quería cada uno a mí se me ocurrió que podíamos pedir dos piarex, uno con puyaso y el otro con lomito. De acompañantes pedimos guacamol y pan con ajo, el cual estaba espectacular.
Después de haber comido proseguimos a pagar la cuenta. Tuvimos un poco de problema ya que si íbamos a pagar con tarjeta pedían algún documento de identificación. El problema fue que Marcela no llevaba ninguno de los dos. Lo que hicimos fue hablar con el gerente del restaurante y le demostramos que ella era la dueña de la tarjeta de crédito. Mientras todo eso ocurría yo compre dos quesos chancol, uno para mi casa y uno para los papás de Mariela, mi novia.
Salimos del restaurante y nuestro siguiente destino era la ciudad. Marcela se seguía quejando del dolor de cabeza. Le pregunte si quería que pasáramos a una farmacia comprando algo para el fuerte dolor de cabeza. Marcela me dijo: “¡Ala si por fa! ¿Cuál es la farmacia más cercana?” Yo les respondía que la farmacia más cercana estaba en Chimaltenango, pero que calculaba que en treinta o en cuarenta minutos ya íbamos a estar ahí.
Nuevamente Andrea y Marcela se empezaron a quedar dormidas. Juan y yo platicábamos en vos baja sobre aviones. No paso mucho tiempo de haber salido del Rincón Suizo cuando ya nos encontrábamos en Chimaltenango. Cuando ubique la primer farmacia estacione el carro y muy amablemente Juan se bajo a comprarle una migra dorixina a Marcela para el dolor de cabeza. Se la tomo rápidamente y nos dijo que si íbamos hablar que por favor fuera en un tono de voz muy bajo.
Seguimos nuestro camino a Guatemala con bastante fluidez hasta que nos encontramos con una camioneta que estaba trabada en la salida de Sumpango. Estuvimos como treinta minutos haciendo cola para poder pasar. Luego de eso el tráfico fue muy fluido. Después de haber pasado Mixco, nuestra llegada a la ciudad fue muy efectiva. Como primer parada debía de dejar en su casa a Marcela ya que me pidió si le hacía el favor de dejarla en su casa para que no tuvieran que ir por ella, yo comprendí la situación y aparte supe que también era por el fuerte dolor de cabeza. Es importante que mencionemos que Andrea también se quedo con Marcela, Diego el novio de Andrea, iba a llegar por ella ahí. Juan se venía conmigo a mi casa porque ahí tenía su carro estacionado.
Cuando llegamos a mi casa sacamos nuestras conclusiones del viaje, las cuales eran muy positivas. Concluimos que el otro año tenemos que ir a Sacatepéquez. Los dos dijimos que todos la habíamos pasado muy bien y que fue muy alegre ya que todos estuvimos juntos compartiendo la belleza de nuestro país.
